lunes, 16 de enero de 2012

Lullaby - Capítulo Segundo.


# Capitulo Segundo:


¿Cuál es el pecado concedido para aquellos que han errado? ¿Encontrará su salvación en el infierno o quizá en el cielo? ¿Tendrán lugar para descansar en paz o vagarán entre terribles sufrimientos? Mil preguntas se amontonaban en la mente de la peliazul, mientras mantenía su dorada mirada en el claro cielo azulado que allí se asomaba aquella preciosa tarde de primavera.

Y es que a la joven le había venido de pronto unas imágenes de su pasado, de su primera vida, cuando sus padres murieron, su madre frente a ella, con tan sólo seis dulces años, muriendo a sangre fría por las manos de su hermano mayor, manchando la nieve blanca de sangre, y su kimono claro…

Ladeó la cabeza a los lados, bufando de la molestia que sentía al recordar aquello. ¿Por qué se había reencarnado? ¿Acaso tenía que hacer algo para poder vivir en paz? Y sobre todo… ¿Por qué recordaba todo? ¿Por qué poseía aquellos poderes mentales? ¿Por qué sentía que su cabeza iba a explotar de la cantidad de voces de la gente a su alrededor que se amontonaban en su cabeza como si quisieran hacerla estallar?

Sólo en aquel pequeño paraje se sentía en paz, intentando tranquilizarse, descansar, quizá para no tener que rendirle cuentas a nadie. Estaba desde hacía ya un mes y medio, un poco cansada de ir a casa de las Wulff y tener que escuchar a Anne contar sus mil historias de lo que hacía cada día con su tutor, Tory Ivanov. Lo peor era que ella tenía que acallar y sonreír, pues no podía confesarle que estaba enamorada del mismo hombre que ella. Eso quizá acabaría con su amistad, y era algo que no se le pasaba de ninguno de los modos por su azulada cabeza.

.- ¡Te tengo! –chilló de pronto una joven que repentinamente se lanzó encima de ella, haciendo que ambas cayeran al suelo estrepitosamente.- ¡Muahahaha, no podías escapar de mi eh!

La peliazul se removió intentando apartar un poco el peso que se había posado sobre ella de aquella brutal manera. Iba a preguntarle quién era, pero al ver un par de preciosos ojos azulados y una melena rojiza, no pudo más que sonreír con amplitud.

.- ¡Dana! –se lanzó a abrazar a su mejor amiga, con mimo, pues hacía mucho tiempo que no la veía.- ¡Dónde estabas, boba!

Su pelirroja amiga, la que siempre había tenido desde que tenía memoria, eran muy buenas amigas de toda la vida. Dana poseía un rojizo cabello de melena mediana, y unos alegres ojos azul claro. Siempre sonreía, era dulce y muy tierna con la gente, le encantaba relacionarse, siempre tenía miles de amigos de aquí a allá. Lo único malo que la rodeaba, era que era una especie de exorcista, su sangre era como un fluido elemental para los demonios, que podía darles poder inmortalidad, y siempre tenía que jugarse la vida matando a alguno que otro, y eso a Mikio no le gustaba ni un pelo.

.- Há, no sabía que me echarías tanto de menos… -besuqueó la mejilla de su amiga con ternura, mientras ambas se sentaban en el suelo correctamente, bajo la copa de aquel inmenso árbol de cerezos.- ¿Cómo has estado sin mi, preciosa pitufina?

.- No me llames pitufina… -puso un puchero con algo de molestia, pero se encogió de hombros, suspirando más tarde.- Bien… en cierta medida.

.- ¿Todavía sigues con lo de el chico ese…? ¡A mi me parece un poquitín borde, eh! ¿Y no piensas contárselo a Anne? Quizá ella quiera enterarse, no sé, es tu amiga… ¡Y es muy agradable! Enseguida hicimos migas.

No sabía cómo responderle a aquello, no quería confesarle que estaba temerosa de decirle la verdad y que se enfadara con ella o, quizá peor, que Tory se enterara; se moriría de vergüenza.

.- ¿Has encontrado ya a Jillian? –preguntó interesada, enarcando una ceja para intentar cambiar de tema, pues con lo inocente que era su amiga, seguramente ni se enteraría del cambio de tema.

.- ¿Jillian? Sí... Vaya que si lo encontré. –exclamó algo entristecida, dejando escapar un suspiro de melancolía.- Rompimos, tanto tiempo separados no es bueno... ¡Es que nunca estaba! Y claro...

.- No me digas que… Lo siento, Danita. Aunque bueno, así estamos las dos a la par, que Dante y yo no es que hablemos mucho desde la última vez… En realidad creo que está saliendo con una chica, o tiene líos raros por ahí, folleteo arriba, folleteo abajo. No tengo ni idea, pero no quiero molestarme en ello. –negó con suavidad.- No hablemos de ello. Lo siento, seguro que aparece alguien mejor… Él era un hechicero que siempre estaba ocupado, no se lo tengas en cuenta.


.- Supongo que fue bonito mientras duró… -se rascó la mejilla y se quedaron ambas en un profundo silencio durante algunos minutos.- ¡Oye que me has cambiado de tema!

Mikio no pudo más que reírse a carcajadas cuando su amiga se percató del repentino cambio de tema, algo molesta, con un puchero muy gracioso. Se puso en pie y le ofreció la mano para que hiciera lo mismo, a lo que la pelirroja la aferró y se puso en pie, colocándose las ropas. Comenzaron a caminar, mientras ambas comentaban sobre lo ocurrido los últimos días, novedades que no eran muy importantes pero que no faltaba momento para contarse una a la otra.

Al girar una esquina se sorprendió de que su amiga de pronto dejase de hablar y echara a correr, dando un alto gritito de alegría. Mikio se acongojó y se quedó quieta en el sitio, buscando con la mirada lo que había atraído la atención de su compañera. Al ver cómo un alto y delgado pelirrojo aferraba en un fuerte abrazo que hizo alzar del suelo y girar a su pequeña Dana, no pudo más que sonreír. Nate Oligtray.

.- ¿Cómo ha estado la cosa más bonita del mundo entero? –preguntó con un tono suave, dulce, agradable y melodioso, a su hermana pequeña, la cual era la viva imagen de él solo que en femenino. Ella sonreía con ternua y le abrazaba por la cintura sin querer despegarse de la figura de su hermano mayor.- ¡Anda, pero mira quién hay ahí!

Cuando la azulada mirada de ella se cruzó con la dorada de la joven, en un principio apartó la vista, quizá avergonzada. Le venía a la mente recuerdos lejanos, muy lejanos, cuando ella siquiera había empezado a salir con Dante. Recordaba de buen agrado que le había llamado la atención el hermano de su amiga, pero cuando se lo dijo a ella, ésta le confesó que su hermano tenía una relación un tanto íntima con Fiore, amiga de ambas, y que seguramente llegarían a algo… A día de hoy eso aún no había pasado, y lo veía improbable, por la inseguridad de Nate y la timidez de la rubia.

Parpadeó un par de veces y se acercó a ambos con tranquilidad, sin borrar la sonrisa. A pesar de todo, Nate siempre se había portado muy bien con ella y la trataba como a una hermana pequeña más, la protegía y ayudaba en todo, y eso a Mikio le parecía un trato de lo más amoroso.

-. ¡Nate! ¿Dónde te habías metido? Hacía tiempo que no te… -acalló en cuanto un pequeño ser se lanzó a sus piernas, dándole pequeños lametones alegre. La peliazul agachó la mirada y se encontró con un yokai, con cabeza de perro y cuerpo de pingüino.- ¡Bannube! –se puso de cuclillas y acarició la cabeza del yokai, alegre, pues era la mascota de Dana a la que tanto quería.- ¿Venías sacando de paseo a Nate? Muy bien, así me gusta… ¿Ha hecho sus necesidades…? –bromeó, entre risas, mientras Dana se unía a las carcajadas y el pelirrojo, medio riendo, se había el ofendido y se quejaba por los comentarios.-

.- Siempre os estáis metiendo conmigo, ya os vale… -le dio un ligero toque con el dedo índice en la frente a su hermana y abrazó con fuerza a Mikio en cuanto ésta se puso en pie.- En realidad sólo venía a veros, Bannube tenía ganas de estar con vosotras.

.- Y tú también, admítelo… -murmuró la pelirroja, sacándole la lengua, a lo que Nate se rió y asintió de buen agrado.- Oye Mik… Escúchame atentamente. Voy a irme con Nate a una… misión. –con misión sabía perfectamente a lo que se refería, a matar algunos demonios.- Y tardaremos en volver, por eso quería que te hicieras cargo de Bannube durante un tiempo… si no te importa.

.- No me… gusta que vayáis a esos sitios. –suspiró con tristeza y se encogió de hombros, acariciando la cabeza del yokai.- Pero está bien. Volved sanos y salvos, ¿vale? –ambos asintieron y ella les abrazó con fuerza.

No iba a ir todo tan bien como pensaba…

-------


Lo que más miedo le daba a la peliazul no era precisamente cómo se encontraran los dos pelirrojos contra el montón de demonios que se agolparían en la lucha para derrotarles, sino que en aquellos instantes lo único que buscaba era la manera de deshacerse de los montones de basura que comenzaban a amontonarse en su casa debido al nuevo “amigo” que estaba de invitado en su casa.

.- ¡¡Bannube!! ¡Por favor deja de tirarme la ropa del armario! ¡Bannube! –llamó con desesperación al yokai, el cual buscaba con desesperación en cualquier rincón de la casa a su ama.

Tiró la toalla cuando el yokai se metió de cabeza en el cesto de la ropa sucia, moviendo sus patitas de pingüino de un lado a otro con intención de salir de allí.

Cuando ya se disponía a sacarle del lugar, llamaron a la puerta. Con prisa, comenzó a tirar de su pequeño amigo, que por lo grande que era no salía del cesto. Finalmente, tras muchas más llamadas a la puerta y varios tirones para sacarle, éste salió, pero ambos terminaron rodando por el suelo con toda la ropa interior sobre ambos.

.- ¡Ay… ay… qué dolor…! –se quejó la peliazul, tratando de apartarse de encima a Bannube el cual no era capaz de incorporarse por sí mismo.

Para sorpresa de ella, la puerta se abrió, y se asomó por la puerta unos largos y lacios cabellos negros, junto con un par de vivaces y enormes ojos azul claro. Las características pecas que se dibujaban en los pómulos de la joven allí parada y su amplia sonrisa hizo que la mente de Mikio comenzara a suponer de quién se trataba.

.- ¿Anne…? –murmuró en voz baja, entrecerrando sus dorados párpados ante el foco de luz que había entrado repentinamente en su casa al abrirse la puerta de la entrada.

.- ¡Miki! –pronto comenzó a reír a carcajadas al fijarse en la situación en la que se encontraba su compañera.- ¡Mira Tory! Y luego me llamas a mi torpe… -la morena cabellera de la recién llegada se zarandeó en cuanto el rostro de la joven ladeó su atención hacia otra persona situada detrás suya, lo que asustó terriblemente a la peliazul nada más escuchar el nombre del acompañante.

.- No… ¡No, Anne! –extendió su brazo en un intento por hacerle parar, pero pronto vio esa atractiva figura masculina frente a ella.- Mierda… -susurró en tono bajo, más para ella que para los otros dos.

El Ivanov fijó su fría mirada en la joven junto al yokai que había logrado ponerse en pie, y el montón de ropa sucia por el suelo. Una de sus comisuras se alzó de pronto y sonrió de manera que una blanca hilera de perfectos dientes se asomaron por los rojizos labios del chico, se llevó una mano a éstos mismos con intención de “disimular” la pequeña carcajada que le salió sin poder evitarlo nada más verla.

Anne nada más ver que se había reído, se le dibujó una sonrisa de felicidad, pues no acostumbraba a verla reír. De lo contrario, la peliazul pronto se sonrojó de pies a cabeza, como si fuera un tomate con cabello azulado. Se puso en pie casi a tropezones y apartó enseguida lar opa de su alrededor como si nada hubiera pasado. Volvió junto a los dos en cuestión de pocos segundos, jadeante y cansada.

.- ¡¡Anne por qué abres!! –le recriminó muy avergonzada, mientras observaba de reojo cómo Tory dejaba de reír poco a poco.

.- ¡Es que eres muy lenta y no abrías! Además me diste una copia de tus llaves por si pasaba algo… ¡Y desde luego que pasaba! –le sacó la lengua divertida, intentando no volver a reír al recordar la imagen anterior del yokai y su amiga en el suelo tirados. La japonesa le dio una pequeña palmada en el hombro a su amiga con vergüenza al escucharla.

Tras unos minutos de angustia, pronto se olvidaron de lo ocurrido, unos antes que otros, y los tres pasaron al interior de la casa, colocándose en el salón con intención de estudiar. Se le había olvidado que ese día Tory iba a pasarse por su casa para ayudar a ambas en Biología, pues últimamente estaban bajando sus notas y necesitaban un poco de ayuda, y aunque el Ivanov no estaba muy cómodo con eso de hacerles un favor, terminó por hincar el codo.

Estuvieron atendiendo a las explicaciones del moreno en todo momento, ambas ponían mucha atención, aunque Anne alguna que otra vez empezaba a pelearse con Tory por cualquier chorrada y era Mikio la que se tiraba ese rato de peleas intentando comprender lo que él había escrito en su cuaderno con esa preciosa ortografía. Se tiraron casi toda la tarde allí, y como ya anochecía, la peliazul decidió levantarse y poner algo para comer.

.- ¿Queréis algo? Es que es tarde y estamos cansados… -susurró, mientras caminaba descalza hasta la cocina.

.- ¡Yo quiero un buen vaso de Cocacola y unas patatas fritas! –exclamó Anne desde el salón, a grito limpio. Por el contrario Tory no pronunció palabra, así que ella decidió poner un té para ambos.

Comenzó a preparar un pequeño tentempié con un plato de algunas patatas fritas y otro plato con unas pastas. Mientras calentaba el agua de la tetera para el té y las dos pequeñas tazas, escuchó cómo su móvil sonaba, era un sms.

.- ¡¡Mikiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiioooooooooooooooo!! ¡Te están mandando un mensaje al móvil! ¿Es el churri? ¿Ese chico del que estás colada hasta los huesos? ¡Te lo abroooo! –hablaba con tanta rapidez que a la joven peliazul no le dio tiempo a llegar al salón con la bandeja del té, la Coca cola y la comida, ya que al llegar su amiga ya tenía el móvil en la mano.

Le daba igual que leyera, seguramente sería un mensaje de publicidad de esos de los móviles para hacer ofertas y promociones. Por lo que se puso de rodillas y colocó la bebida y la comida de su amiga junto a ella y al moreno le ofreció una taza de té. Cuando fue a dársela y él la tomó, sus manos se rozaron por unos segundos y eso hizo que el corazón de la peliazul comenzara a latir con extraña fuerza.

Sus miradas se encontraron durante unos segundos que parecieron eternos. Su fría y azulada mirada, tan penetrante, no apartaba su atención de los dorados y brillantes ojos de ella. Tragó saliva, y se le olvidó cómo respirar, sólo sentía cómo un cúmulo de sensaciones se amontonaban en su cuerpo, y una especie de revoloteo de mariposas se agolpaban en el vientre de ella, con ese nudo en la garganta que le impedía pronunciar palabra. No sabía cómo la vería él, pero ella estaba ante lo más hermoso que nunca había visto, y se puso apreciar lo que pensaba ante la pequeña rojez que se dibujó en los blanquecinos pómulos de la japonesa.

Pero todo desapareció en cuanto escuchó un pequeño gritito de Anne, que estaba demasiado ocupada toqueteando los botones del móvil de su amiga que para fijarse en las miradas que ellos dos se hacían.-

.- ¡Uaaaaaaa tíaaaa quién es Dante! ¿Es el chico este que te gusta? ¡Ala qué fuerte, te está diciendo que te quiere y quiere verte de nuevo! ¡Pero si estás hecha toda una ligona, eso no me lo habías contado, eh! –siguió exclamando con alegría las cosas que leía en el sms, lo que hizo que Mikio parpadeara confusa y apartara la vista de los azules ojos de él.

.- ¿Qué? ¿Dante…? No puede ser, si él… –enarcó una ceja, y entonces se dio cuenta de que Tory había apartado las manos de las de ella, dejando la taza de mala gana encima de la mesa. Eso llamó la atención de las dos estudiantes.

El moreno caminó hasta la entrada, colocándose los zapatos que había bien ordenados a un lado en la esquina de la puerta; poniéndose el abrigo cogió sus cosas para irse, pero no le dio tiempo pues la peliazul se levantó a toda prisa para pararle, aunque Anne fue más rápida y le aferró del brazo.

.- ¡Ey a donde vas! No hemos terminado de estudiar… ¿Qué te pasa? –le preguntó ella con gesto preocupado, mientras él se soltaba del agarre de su mano.

.- No me pasa absolutamente nada. –se le notaba en la voz lo enfadado que estaba, y abrió la puerta, no sin antes echarle una gélida mirada a Mikio, que la dejó temblando en el sitio.

Cuando la puerta se cerró de un portazo, ella cayó de rodillas al suelo, abrazándose así misma por el miedo que había sentido. ¿A qué había venido aquella mirada? ¿Por qué se había puesto así…? No lo entendía. ¿Qué le había hecho?

.- No le hagas caso, Mik… Es un imbécil. –Anne se agachó a la altura de su amiga y la abrazó con mimo.- No te preocupes, de verdad. ¿Me vas a contar quién es Dante y a qué ha venido ese sms?

No tardó en mirarla, tratando así de borrar la imagen de aquellos fríos ojos casi matándola de una mirada. Suspiró con pesadez y negó.-

.- Es mi ex… lo dejamos hace ya casi cuatro meses… Y no sé a qué vino ese sms, yo no quiero volver con él… Sabes que hay otro chico en mi corazón. –pronunció con tono sosegado y desganado, pues seguía algo entristecida por lo ocurrido anteriormente.

.- ¿Enserio? Pues vaya, qué desilusión… ¡A ver si me presentas ya a ese tal chico tuyo secreto! Me tienes con la intriga. –se puso en pie y caminó hasta el interior del saloncito, comenzando a beber de su Coca-Cola.- ¡Hmmm, está muy rico Mik, gracias!

Pero la peliazul siguió en el sitio, mirando la puerta por donde minutos antes él se había marchado. ¿Por qué se había puesto así? ¿Quizá le había molestado lo del sms de Dante? No creía que fuera aquello, pues para él ella era una simple cría. Estaba entre furiosa y entristecida. ¡No tenía derecho a mirarla así, ni a comportarse de una manera tan orgullosa!

Cuando quiso ponerse en pie, de pronto en su interior notó una especie de punzada en la cabeza, casi como si la quisieran abrasar viva. Notaba cómo las venas comenzaban a helársele y su cuerpo a la par ardía con llamas invisibles, pero en realidad no había nada peligroso a su alrededor. Comenzó a chillar, colocando ambas manos en sus sienes; no sabía lo que ocurría, hasta que escuchó una seductora y maquiavélica voz femenina en el interior de su mente.

“.- Venga pequeña rata de cloaca, enfádate, siente esa ira que recorre tu cuerpo; él te ha dejado tirada, como la mierda que eres. ¿Por qué no me dejas hacer el resto a mi…? Te va a gustar, juguemos a un mismo juego.”

Esa voz tenía un tono entre jocoso y malévolo, como si fuera tentarla de hacer algo que en el futuro se arrepentiría. Pero no era consciente de sus actos, ni tampoco del rumbo que tomaba su cuerpo. A pesar de que por dentro mantenía una lucha interna por no dejar salir a ese ser que pensó que había encerrado hacía mucho tiempo, ella era muchísimo más fuerte.

“.- Oh vamos… No te hagas la dura, sabes que no puedes contra mi. Somos dos en una. Me metieron en tu cuerpo en tu otra vida, y volviste a nacer teniéndome en tu interior, ¿acaso piensas que puedes deshacerte de mi tan fácilmente? Simplemente espero al momento más prometedor para salir y hacerme con tu cuerpo. No lo demores más, estúpida, quiero divertirme. Empezaremos por tu amiga.”

Todo se volvió oscuro, borroso, no se oía nada a su alrededor y estaba completamente desnuda en un lugar que no recordaba. Chillaba y le pedía a gritos que la dejara salir, que no jugara con nadie. Pero nadie contestaba, y tenía ganas de llorar. ¿Por qué sería tan débil? Cuando más débil se volvía más control tomaba de su cuerpo aquel maldito ser del infierno.

Pasaron unos minutos cuando ella ya, por fin, pudo domar la mente de su otro “yo”, colocándose en sus ojos, para poder visualizar lo que ella hacía con su cuerpo. Aquella demonia, de largos y lisos cabellos negros como el carbón, y sus fieros ojos carmesí, con su cuerpo envuelto en la fogosidad y el placer de unas burnas curvas y una buena delantera, hacían mella en el cuerpo de la peliazul, desapareciendo ésta misma en cuestión de segundos.

“.- ¿Te diviertes? Porque yo si.”

Un chillido de horror invadió su cuerpo cuando observó frente a ella a Anne, malherida en el suelo, arrastrándose con intención de huir de allí. No podía controlar a Kira y eso le hacía daño, intentó por todos los medios pararla, chillarle, pero era imposible, esa demonia tenía más fuerza que ella.

Para su sorpresa, alguien entró en la casa, y antes de que pudiera siquiera girarse, tres enormes lobos, uno blanco, otro marrón y el último de color negro, entraron en el salón. El negro se situó junto a Anne y la colocó en su lomo como podía, pues su amiga estaba inconsciente; los otros dos se lanzaron a morder y pelear contra Kira. Eso hacía disfrutar a la demonia, pues no cesaba en sus intentos de estampar, arañar, herir o atacar a cualquiera de los dos licántropos. Mikio no entendía quienes eran aquellos lobos que habían entrado en su hogar de aquella manera, pero lo que era peor… Todo el dolor que inflingían a Kira se lo hacían a ella también, pues el cuerpo físico era el suyo propio.

Chillaba de dolor, y eso a la diabla le excitaba muchísimo, pues dejaba que los lobos escucharan sus llantos y quejas por las mordeduras y heridas que le hacían. Por ello, uno de ellos, el de color blanco y más grande que los demás, cesó de atacarla, observando con sus azulados ojos, que parecían horrorizados, la voz que procedía de ese maléfico ser. En su despiste, Kira le dio un fuerte empujón que lo mandó contra la pared, y éste gimoteó dolorido. El otro lobo, de color marrón, se lanzó a moderle en el lado del hombro derecho a Kira, a lo que ésta rió a carcajadas, mientras de fondo se escuchaba a Mikio sollozar por el dolor.

Pronto el lobo blanco se levantó y, con prisas, se lanzó contra su compañero, apartándole de ella. Éste último no lo entendía, por ello gruñía al blanco. Kira cayó de rodillas al suelo, entre sonrisas llenas de diversión y lujuria.

.- Me encanta cuando me tocas así… Tory. –fue lo único que pronunció, cosa que hizo sorprender a Mikio, la cual no tardó en tomar el control de su cuerpo.

Por poco tiempo, pues el dolor era tan intenso, que nada más sentir el montón de heridas sangrantes en su cuerpo, cayó desmayada al suelo, con la borrosa visión de un enorme lobo blanco acercarse a ella.



# Continuará…

jueves, 12 de enero de 2012

#. L.u.l.l.a.b.y.


*N.A: Esta historia está escrita con intención de entretener, sin fines de lucro.

# Capitulo Primero:

Sabía que lo que más ansiaba en aquel momento era salir corriendo y no mirar atrás, quizá no era buena para esos inicios en lo respectivo a ser sociable y la más popular del instituto no era precisamente uno de sus hobbies favoritos. Por lo tanto ella se quedaba apartada, al final de la clase, mirando por la ventana cómo los cerezos rosados comenzaban a descender. La primavera, pensó.

.- Necesito que me presten atención. –dictó el tutor, haciendo que la mayoría de la clase dejaran las charlas y mirasen a éste mismo con interés. Los cuchicheos fue lo único que reinó en la sala. – Hoy tenemos a una nueva alumna en el instituto, y espero que seáis amables con ella y le ayudéis en todo lo posible.

No se preocupó en ladear el rostro y mirar a la recién llegada, simplemente sus dorados ojos seguían con atención esos cerezos, su flor favorita, sin perder lujo de detalles. Para la peliazul todo lo demás era indiferente, necesitaba evadirse. No podía soportar aquellos murmullos, y mucho menos los pensamientos de todos los presentes que se agolpaban en su cabeza como molestos martillazos. ¿Quién iba a creerse que una “humana” normal y corriente como ella podría siquiera leer los pensamientos de la gente sin ninguna intención de ello? ¿Sólo porque si? ¿Acaso no la tomarían como un bicho raro o como una loca? Eso es lo que pensaba la joven, y por ello guardaba su secreto hasta lo más profundo de su interior.

.- ¡¡Hola!! ¿Puedo sentarme a tu lado? Es que no hay más asientos libres. ¡Gracias, y encantada eh! –Un torbellino de palabras se amontonaron en un momento al lado de ella, por lo que tuvo que ladear el rostro y posar su atención en la joven recién llegada.- ¡Mi nombre es Anne, Anne Wulff! –extendió su mano con toda la confianza del mundo hacia su compañera, con una amplia sonrisa surcando sus carnosos labios.

Y entonces es cuando la analizó. Tenía largos y lacios cabellos de un negro inmaculado, como la noche; sus ojos eran como dos brillantes gotas de agua, azules como el mismísimo cielo; sus pómulos y el perfil de su nariz estaban decorados con pequeñas pequitas que le daban un aire aniñado e infantil. Era delgada, y poseía una delantera normalita, no tenía demasiadas curvas, y era de estatura media. Se notaba que aún estaba en proceso de crecer, pero seguía teniendo ese matiz que le daba una sensación de niña pilla.

.- Mikio… Me llamo Mikio Harikawa. –le devolvió el gesto, extendiendo su mano para aferrar la de la joven, con una tierna sonrisa en el rostro.

La peliazul no era precisamente borde, ni cerrada, al revés era muy dulce y tímida, por eso no le gustaba llamar demasiado la atención. Sin embargo le captó el interés aquella recién llegada, y era porque… no podía leer sus pensamientos, no si no la tocaba.

Quién le diría entonces que esa morena recién llegada sería su salvación. O su perdición.


-------------------------


.- ¿Qué te parece? ¿Has visto a ese tío? ¡Estaba super bueno! ¡Arg, si no fuera porque Ebba me mata si llego tarde a casa, me quedo para charlar con ese bombón! –Los afables comentarios de la morena hacían reír con ganas a la peliazul, que la seguía con tranquilidad, ocupada sólo de aferrar su bolsa al hombro y la carpeta en su brazo izquierdo.- ¿A ti no te ha gustado Mikio? ¡Venga, no jodas! Que era un rubiazo que… ¡Quitaba el hipo!

Se encogió de hombros con gesto despreocupado, pues tampoco se había fijado demasiado en el joven que había pasado por su lado. Desde hacía ya un tiempo en la mente de la pequeña peliazul estaba el recuerdo de un chico que había conocido haría ya casi cuatro meses… Pero ella no se olvidaba de esos ojos, de esa mirada tan fría y penetrante, de su calor, de su cariño…

.- … tus intestinos. –finalizó una frase que la más pequeña de las dos no llegó a captar por completo cuando la mayor la pronunció.- ¿Me has escuchado?

.- ¿Eh? No… ¿Qué decías?

.- Que voy a hacerme un columpio con tus intestinos. –pronunció tan tranquila mientras le dedicaba una amplia y satisfactoria sonrisa a su amiga.- ¡Que es broma! Es que no me estabas escuchando, y quería saber si así me atendías, pero ni con esas… ¿Qué pasa por tu azulado cerebro, pequeñita? ¿Acaso hay… algún amor? –empezó a mover las cejas de arriba abajo con gesto pillo.

El rostro de la peliazul se volvió repentinamente de un tono rojizo que se le pudo confundir perfectamente con un tomate cherry. Las carcajadas de la morena hicieron que la más pequeña comenzara a caminar aún más rápido, intentando por todos los medios esconder su avergonzado rostro bajo la carpeta morada que tenía en sus brazos. Pero su amiga la retuvo aferrándola del brazo, haciendo que se acoplara a su caminar; no la soltó en ningún momento, y esto incomodó aún más a Mikio.

.- ¿Piensas contestarme o seguirás huyendo y dando razón a mis argumentos?

.- … Hay alguien. –murmuró en tono muy bajo, casi como un suspiro, pues le daba mucha vergüenza hablar de esas cosas y más con alguien a quien acababa de conocer hará un par de semanas, aunque ya fuesen muy buenas amigas y estuvieran siempre juntas en clase. Miró de reojo a la morena, y ésta le dedicó una mirada de esas que te obligaban a confesarlo todo de una vez por todas.- No sé su nombre… pero era muy guapo.

.- ¿Era? ¿Acaso no os habéis visto de nuevo? –inquirió su amiga con repentino interés, aferrando quizá con más fuerza el antebrazo de ella.-

Se mordió el labio inferior, alzando la vista al cielo azulado, entrecerrando sus dorados ojos al sentir por un momento cómo los rayos solares la cegaron por apenas un par de segundos. Llevó su otra mano a modo de visera y mantuvo su atención en algunas nubes que pasaban con lentitud.

.- Fue hace unos cuatro meses…


“.- Sniff… sniffff… -los eternos sollozos hacían mella en el corazón de la pequeña peliazul, tratando por todos los medios de levantarse del suelo y seguir caminando, pero no era capaz, le dolía demasiado el pecho como para hablar o hacer cualquier tipo de movimiento. Un corazón roto era lo más doloroso del mundo.

Acababa de dejarlo con su actual pareja, Dante de Rivia, un hombre amable y dulce que siempre había cuidado de ella como a la que más; ambos salieron durante varios meses y eran felices, sin embargo él comenzaba a pasar menos tiempo con la joven, y ella se sentía sola, por lo que varias disputas hacía estragos en su relación que poco a poco se iba enfriando. A pesar de que ella le quería, sabía que en el fondo de su corazón, no era como al inicio cuando se conocieron, no sentía lo mismo, y él tampoco.

Por ello mismo, tras una fuerte discusión entre la pareja, ella salió de su casa a pesar de la inmensa lluvia que atormentaba a la ciudad. Solamente se llevó el primer paraguas que encontró, y salió corriendo de allí, dejando que las cristalinas lágrimas surcaran las sonrosadas mejillas de la japonesa.

Se había tropezado con un charco de barro, cayendo al suelo de rodillas, y allí se quedó, acuclillada, con las rodillas arañadas y las piernas manchadas de agua y barro, y le daba igual, sólo quería llorar, escondida bajo ese paraguas azulado. Estaba empapada, y completamente sola, pero aquello no le impedía que su corazón estuviese roto del dolor.
 
Para sorpresa de ella, se escuchó unos pasos aproximarse, hasta que una esbelta y oscura sombra de figura masculina se plantó justo frente a la joven de cabellos azulados. Al darse cuenta de que tenía compañía, acalló los sollozos, simplemente para que no la escuchara, porque ni mucho menos pudo retener las lágrimas en sus párpados.

Pronto el joven recién llegado se agachó a su altura, colocando una mano en la cabeza de ella, como si se tratara de una niña pequeña. Esto hizo que la joven acallara, y alzara la vista para poder observarle mejor; sin embargo entre la lluvia y los acuosos ojos no podía distinguir su rostro con veracidad.

.- Una niña tan bonita no puede estar llorando de esta manera, no tan sola y con esta lluvia… -su voz era muy varonil, calmada y serena, como si no hubiese nada más importante que hacer en aquel momento que animar a la pequeña que sollozaba frente a él.

Parpadeó varias veces, limpiándose con la manga de la camisa algunas pequeñas lágrimas amontonadas en sus mejillas. En ese momento si pudo apreciar su rostro. Y su corazón, por un momento, paró en seco de latir, al igual que su mente, que pronto borró cualquier doloroso recuerdo y obvió todo lo que había a su alrededor para prestar una completa atención a chico que tenía delante.

Era muy atractivo, sus rasgados y finos ojos azulados, como el frío hielo, parecían dignos de un felino, de una bestia salvaje. Su cabello corto estaba bien peinado, quizá un poco revuelto, pero de un negro azabache muy brillante. Sus labios dejaban entrever una pequeña y cauta sonrisa, que casi era una fina línea con las comisuras curvadas, pero no demasiado. Vestía con unos tejanos y una camisa negra ajustada, era sencillo pero muy sexy. Poseía unas manos grandes y fuertes, y sus músculos en el torso podían asomarse ligeramente entre la tela de su negra camisa de manga larga.

Nuevamente acarició su cabello en un intento de consolarla mejor, acercando su rostro hacia el de ella, lo que hizo que el corazón de la peliazul volviese a bombear, pero ésta vez de puro nervio, con rapidez, casi al galope. Tragó saliva cuando él apoyó su frente con la de la joven y cerró los párpados tranquilamente.-

.- No tienes fiebre… Vete a casa, es muy tarde, ¿vale? Y sonríe… seguro que tienes una sonrisa muy bonita. –se separó de ella y se puso en pie.- Nadie merece hacerte llorar de esa manera…

Cuando quiso percatarse, en el rostro de la joven se asomaba una amplia y dulce sonrisa, que sólo pudo sacar por y para él, gracias a su ayuda. Y a pesar de que no tenía fiebre, una inevitable rojez cubrió sus pómulos blanquecinos. Él borró esa sonrisa y giró sobre sus talones cuando la vio más calmada, alejándose bajo la oscura noche, desapareciendo de su vista.

Entonces Mikio se dio cuenta de algo muy importante y a la vez estúpido…”


.- … y me enamoré de él. –finalizó la historia con aquella corta frase. Percatándose entonces de que ya habían llegado a la casa de su amiga, pues en el buzón ponía “Wulff”.- ¿Es aquí donde vives? –miró de reojo a su compañera, dando un salto asustada al ver cómo le corrían ríos de lágrimas y se mordía la corbata de su informe del instituto, con claro signo de emoción ante el relato que le había contado.- ¿Qué te…?

.- ¡Es una historia preciosa! ¿No sabes su nombre? ¿Y su apellido? ¿Su edad? ¿Dónde vive? ¿En qué trabaja? ¿Estudia? ¿A qué se dedica? ¿Cuáles son sus hobbies? ¿Le gusta tocar… ? ¡Ayyyyy! –acalló la cantidad de preguntas cuando una tercera persona hizo acto de presencia, dándole una buena colleja a la morena.- ¡Que no me pegues, que estoy estudiando, tonta!

.- El día que tú estudies, los cerdos volarán, y las ranas criarán pelo. –comentó con tranquilidad una hermosa joven más altas que las dos amigas.

Era una chica alta y delgada, con unos enormes y preciosos ojos rojos como la sangre; su cabello no era muy largo, pero poseía un color verdoso que hasta los mismos árboles envidiarían. Su rostro era de una chica madura y atractiva, con buenas caderas y unos pechos turgentes y bien puestos. Vestía de forma muy elegante y parecía ser seria y reservada.-

.- ¡Cállate Ebba, nadie te ha llamado como para que te metas! Vete por ahí. –bramó con enfado la joven Wulff, cruzándose de brazos.- Ojalá no fueses mi hermana…

.- Pues lo soy, y tú niña cierra la boca ya, que estás asustando a tu amiga… -clavó sus burdeos ojos en la desconocida de cabellos azules, a lo que ella se agazapó ligeramente, aferrándose con mayor fuerza a su carpeta.

¿Acaso eran hermanas? Tenían un aire similar, pero aún así no eran precisamente iguales como para creer que tenían la misma sangre. Ambas hermanas seguían conversando entre ellas, pero la peliazul las analizaba detenidamente buscando rasgos parecidos que se les asemejara, por lo que no se percató de lo que charlaban. Cuando Mikio quiso decir algo, Anne enseguida la calló cogiendo sus manos con ilusión.

.- ¡Vamos, vamos! ¡Ebba me ha dicho que él está aquí!

Tiró de su brazo arrastrándola literalmente hasta el interior de la casa, seguidas de la peliverde que iba con más parsimonia mirando a otra parte, como si cualquier otra cosa en el lugar fuese más interesante que los chillidos de su hermana menor.

.- ¿Quién está aquí? –preguntó curiosa, enarcando una ceja, caminando a tropezones para poder seguir el rápido ritmo de su compañera.

.- ¡Él! ¡El chico del que estoy enamorada!

.- ¿Anda si? –sonrió ampliamente al escucharla, ladeando el rostro para mirarla mejor, subiendo las pequeñas escaleritas de la casa con intención de ir a la puerta y entrar en ésta misma a conocer a ese chico.- ¿Y cómo…? –no le fue posible terminar la cuestión, pues se dio de bruces contra un fuerte torso, lo que la hizo tambalear y caer de culo al suelo, con una mueca de dolor.- Ay…

.- ¡Mik! ¿Estás bien? Qué hostia más tonta… -la morena no tardó en ayudar a su amiga, ofreciéndole su mano para que se pusiera en pie, inclinándose al hacerlo. Lo que aprovechó para acercarse al oído de ella y susurrarle.- Es él, es el chico del que estoy enamorada desde hace años.

La peliazul alzó la vista y clavó su dorada mirada en el joven, comprendiendo en un momento que a ese chico le había conocido anteriormente. Esos ojos, ese rostro, su cabello, si figura y su seriedad…

.- Mikio, te presento a Tory Ivanov, Tory, ésta es Mikio. Mi nueva amiga y compañera de clase. –pronunció orgullosa la joven, alzando a su amiga para que pudiese ponerse erecta.

Pero a la peliazul aún le temblaban las piernas, y se le había olvidado hasta el hablar, y sólo sentía sus labios temblar al no ser capaz de contener la sorpresa. La azulada mirada de él la analizaba por completo, como si quisiera desnudar su interior con sólo un vistazo.

.- Un placer conocer a una amiga de la enana, Mikio.

Y fue cuando le pedí a la tierra que me tragase. Estaba enamorada del mismo hombre que Anne.

# Continuará… 



»Nombre: Mikio.       
»Apellido: Harikawa.
»Apodo: Mik, Miki, Mi-chan, Mikado, pitufa.                                  
»Edad: 17 años.
»Raza: Humana






»Poderes: Mentales. Puede cambiar sentimientos, ver el pasado y dibujar el futuro. Lee la mente si toca a esa persona. Modifica recuerdos, se defiende mentalmente, o puede atacar con ello y controlar a las personas por la mente. Ahora mismo es capaz de leer los pensamientos de la gente sin tocarles, cosa que le molesta demasiado y necesita buena concentración para no leerlos. Es capaz de borrar recuerdos y explotar con la mente.

»Armas: Posee una katana llamada Kyarameru, la cual controla el aire y la tierra. Con ella puede llamar a Washi, su águila de aire. Esta katana se la concedió un dios para acabar con su hermano.

»Físico: Cabellos muy largos y lisos de un azul oscuro, además de unos brillantes y grandes ojos dorados. Es una chica más bien bajita y delgada, con la piel pálida. Siempre suele estar sonriendo.

»Carácter: Alegre, muy positiva, dulce, amable, siempre se preocupa por los demás y los antepone a sus propios intereses. Prefiere morir ella antes que otros. Es algo tímida e inocente, pero no duda en atacar si es preciso. Esconde sus sentimientos para que nadie más lo sepa, y muchas veces prefiere sufrir ella a los demás. Es cabezota, chillona, orgullosa, algo infantil, y muy pero que muy terca. No suele enfadarse de verdad a menudo, y cuando lo hace se siente realmente mal, por lo que ni se acerca a esa persona.

»Gustos:
-         Le gustan los animales.
-         Los dulces.
-         El color morado.
-         Cantar en la ducha.
-         Recoger flores.
-         Cocinar todo tipo de platos distintos.
-         Ayudar a los demás.
-         Las flores de cerezo.

»Odia:
-         La gente que miente.
-         Los canelones y la lasaña.
-         Patinar sobre hielo, pues se le da muy mal.
-         Los deportes en general, es un poco torpe.
-         El color verde.
-         El fondo del mar.
-         Las faltas de ortografía.
-         Que sus gatos se escapen de casa.
-         Sacar a pasear a Dermis, ya que es muy grande y siempre la tira.
-         Tener que contar sus poderes, pues no le resultan agradables.
-         Matar a alguien.
-         Pelearse con la gente que quiere.
-         Llorar delante de los demás.
-         Que la llamen “pitufo” o “enana”.
-         Sus ojos dorados, pues una vez Sergey le dijo que "el oro era para codiciosos", y piensa pues que ella es una codiciosa.

»Mascotas: Tiene dos gatitos; uno negro llamado Kisuke, que es el más travieso y juguetón y posee los ojos bicolores, uno azul y otro blanco; este gato lo encontró en la calle de cachorro abandonado cuando salía a dar un paseo con su amigo Leo Fushida. Otro gato es Meguru, que es el más mayor, de color canela y con ojos azules; éste se lo encontró cuando estaba siendo maltratado por su antigua dueña y tuvo que pelear contra ella para llevárselo lejos de su alcance. También tiene un perro llamado Dermik que es un labrador de color rojo, el cual se lo regaló Lelouch Hanazono como regalo de Navidad. Y por último tiene un pollito llamado Suke, que se lo regaló Heisuke y ella adora con toda su alma; siempre intenta salvarlo para que Heisuke no cumpla sus amenazas de comérselo a la parrilla.

»Historia: Mikio nació en la era EDO, allá por la época en la que se regía el mandato del Shogunato, con los samúrais al cargo. Años de pelea, sangre, luchas y mucho odio. Pero ella nació en una familia acomodada, la familia Harikawa. Su padre era la mano derecha del famoso Saitou Hajime, perteneciente a los Shinsengumi, aquella "policía secreta" de la mano del Shogun, que no dudaban en matar a sangre fría a aquellos samuráis benevolentes.

Era una niña feliz, muy mimada, por su madre y su padre, quienes la amaban con locura. Vivía junto a su hermana mayor Himeko, y su hermano mayor Kouga [Ryuuketsu]. Le gustaba mucho pelear con sus palos de madera con su hermano y su padre, practicaba felizmente, queriendo de mayor ser igual de poderosa que su familia. Les adoraba.

Sin embargo una noche de Invierno, Kouga sucumbió al poder del diablo, haciendo un pacto con él, cambiándose su nombre al de Ryuuketsu Abunai. No dudó en matar a su padre, Takeo. A Himeko la dejó inconsciente. Cuando la madre de Mikio, Kumiko, fue corriendo al cuarto donde ella dormía, a protegerla de la locura de su hermano, Ryuuketsu no dudó en atravesar su garganta con la katana, manchando el kimono blanco de Mikio lleno de sangre, frente a ella.

Cuando Mikio sollozaba esperando su final a manos de su hermano, él la dejó viva, viendo todo ese dolor de sangre, manchando sus manos, pidiendo que su familia volviera. Puso su mano en el ojo derecho de ella y le insertó lo que más le jodería en toda su vida: Kira. Esa hija del diablo, la demonia que estaría junto a ella para siempre.

Su mejor amigo, Shou Nagasaki, el cual era "adoptado" por su padre, pero vivía en el edificio de los Shinsengumi, ante tal noticia, le pidió a uno de sus compañeros que cuidase de ella, ya que él era un adolescente y no podía tratarla. Se quedó con su vecino, el cual tenía un hijo: Kyosuke Asahara.

Mikio creció y se fortaleció en la lucha, deseando vengarse de su padre. Se terminó enamorando de Kyo, él la pidió en matrimonio, y pronto quedaron comprometidos. Cuando Mikio cumplió los 17 años, se decidió a viajar sola durante un par de meses, para aumentar su capacidad y prepararse para una dura pelea con su hermano Ryuu. Al volver dos meses después, se encontró a su mejor amiga Aiko Subae, en su propia cama con su prometido. Fue un duro golpe para ella, aún más sabiendo que estaba esperando un hijo de ese hombre.

Ryuuketsu secuestró a Aiko, y Kyo le pidió ayuda a Mikio. Aún sabiendo que iba a morir y perdería a su hijo, no dudó en ir donde Ryuu. Salvó a Aiko y a Kyo, con su propia muerte, pero no sin antes matarle a él... O eso creyó.

Cuando murió, su cuerpo fue poseído por Kira, quien se encargó de matar a sangre fría a Aiko y Kyo. Pero Ryuuketsu no la dejó vivir más.

Pasó bastante tiempo, hasta que Mikio se reencarnó y debía matar a Ryuuketsu. Pero no recordaba absolutamente nada. Sólo sabía que en su interior vivía un monstruo que la comía poco a poco.

Su vida era como la de cualquier chica, sólo que ahora en la familia en la que nació, poseían unos extraños poderes mentales; de ahí que Mikio tenga esos dones.

Estuvo saliendo y se prometió con Dante de Rivia; sin embargo su relación no fue muy bien y lo dejaron; aunque él siempre será su “azúcar”. También conoció a otro hombre que fue el gran amor de su vida… al menos en ese entonces, él es Tory Ivanov; su relación no acabó demasiado bien por unos cuernos que él le puso con otra mujer.

A día de hoy está terminando de estudiar su último año en el instituto y se propone entrar en la Universidad para estudiar Medicina. Trabaja a media jornada en una pastelería de su amiga y jefa Adelleine, sin embargo ésta se fue de vacaciones y cerró la pastelería por un tiempo; por lo tanto ahora la peliazul trabaja durante unos meses en una Cafetería.

Vive sola, con sus mascotas, pero no le importa, es feliz con la vida tan humilde que lleva.